Women is a 1978 novel written by Charles Bukowski, starring his semi-autobiographical character Henry Chinaski. In contrast to
Factotum,
Post Office and
Ham on Rye,
Women
is centered on Chinaski's later life, as a celebrated poet and writer,
not as a dead-end lowlife. It does, however, feature the same constant
carousel of women with whom Chinaski only finds temporary fulfillment.
lot
Women
focuses on the many dissatisfactions Chinaski faced with each new woman
he encountered. One of the women featured in the book is a character
named Lydia Vance; she is based on Bukowski's one-time girlfriend, the
sculptress and sometime poet Linda King.
Another central female character in the book is named "Tanya" who is
described as a 'tiny girl-child' and Chinaski's pen-pal. They have a
weekend tryst. The real-life counterpart to this character wrote a
self-published chapbook about the affair entitled "Blowing My Hero"
under the pseudonym Amber O'Neil. The washed-up folksinger "Dinky Summers" is based on Bob Lind.
In the book, Chinaski's nickname is Hank, which was one of Bukowski's nicknames.
Cover art
Bukowski himself drew the picture of the girl on the cover of the book.
Publication
The
book was simultaneously published in Australia by Wild and Woolley, who
bought a chunk of the first Black Sparrow Press print run.
Influences
When
asked his favorite author, Chinaski responds, "Fante." John Fante was a
major influence on Bukowski. In 1980, he wrote the introduction for the
reprint of Fante's 1939 novel
Ask the Dust.
Donne
è un romanzo quasi autobiografico del poeta e scrittore statunitense
Charles Bukowski. Scritto in prima persona, il romanzo narra le vicende
di Henry Chinaski, alter ego dello scrittore.
Il romanzo, esplicitamente erotico, è strutturato in brevi
storie, e ripercorre una lunga serie di storie sentimentali tumultuose,
con allo sfondo un'esistenza randagia, segnata da maratone alcoliche,
assillata dalla ricerca di denaro, vissuta sempre e rigorosamente "
on the road" nello stile tipico di Bukowski.
Donne
- La
baciai. Baciarsi è più intimo che scopare. Ecco perché non mi è mai
piaciuto che le mie donne andassero in giro a baciare altri uomini.
Preferirei che se li scopassero.
- Eppure le donne, le donne che valevano qualcosa, mi spaventavano
perché finivano col volere la mia anima, e io volevo tenere per me
quello che ne restava.
- Non si poteva sottovalutare il pubblico ma non bisognava nemmeno
leccargli il culo. C'era una via di mezzo, e bisognava trovarla. (p.
153)
- Vuoi dire che vivi per scrivere? UNO, mi limito a esistere. Poi cerco di ricordare e buttar giù un po' di cose. (p. 199)
- Voglio essere sepolto vicino all'ippodromo... per sentire la volata sulla dirittura d'arrivo. (p. 285)
- Mettiamola cosi: per me tu sei la numero uno, e non c'è nemmeno una numero due. (p. 297)
- Ecco il problema di chi beve, pensai, versandomi da bere. Se succede
qualcosa di brutto si beve per dimenticare; se succede qualcosa di
bello si beve per festeggiare; e se non succede niente si beve per far
succedere qualcosa.
- Prendetemi la donna, ma lasciatemi stare la macchina.
- Presi la bottiglia e andai in camera mia. Mi spogliai, tenni le
mutande e andai a letto. Era un gran casino. La gente si aggrappava
ciecamente a tutto quello che trovava: comunismo, macrobiotica, zen,
surf, ballo, ipnotismo, terapie di gruppo, orge, ciclismo, erbe
aromatiche, cattolicesimo, sollevamento pesi, viaggi, solitudine, dieta
vegetariana, India, pittura, scrittura, scultura, composizione,
direzione d'orchestra, campeggio, yoga, copula, gioco d'azzardo, alcool,
ozio, gelato di yogurt, Beethoven, Bach, Budda, Cristo, meditazione
trascendentale, succo di carota, suicidio, vestiti fatti a mano, viaggi
aerei, New York City, e poi tutte queste cose sfumavano e non restava
niente. La gente doveva trovare qualcosa da fare mentre aspettava di
morire. Era bello avere una scelta. Io l'avevo fatta da un pezzo, la mia
scelta. Alzai la bottiglia di vodka e la bevvi liscia. I russi sapevano il fatto loro.
- «Umanità, mi stai sul cazzo da sempre». Ecco il mio motto.
Henry Chinaski, c'est Bukowski lui-même, un écrivain alcoolique et grand
amateur de femmes. Elles défilent dans ce récit, véritables créatures
felliniennes : Lydia Vance qui se révèle d'une jalousie féroce, Mercedes
la capiteuse, Dee Dee la mère célibataire, Joanna la camée, Katherine
la Texane incendiaire, et bien d'autres encore; les occasions pleuvent
sur un poète en vogue !
La norme est triste pour Bukowski, alors vive les mots orduriers, l'ivresse et la débauche sexuelle !
Le célèbre auteur des Contes de la folie ordinaire crie à nouveau son
mal de vivre, son désir sans cesse renaissant de tendresse et de sexe.
On ne fait que "ça" dans Women. Entre deux séances de papouilles
libidineuses, on ne pense ni ne rêve à autre chose. Ce ne sont que
langues qui se frôlent, sexes qui se joignent, mains qui pelotent et
caressent, orgasmes, jouissances. Mr. Chinaski est devenu célèbre. Les
femmes lui tombent dans les bras. Les cuistres diront que Buko est un
Casanova phallocrate ou un Henry Miller atteint de priapisme... C'est du
très grand Bukowski.
Mujeres es una novela del escritor norteamericano Charles Bukowski, publicada en 1979
por la editorial Black Sparrow Press, y en castellano por la editorial
Anagrama S.A. en 1994, y traducida por Jorge Berlanga. Narra las
andanzas del protagonista Henry Chinaski(el alter ego del propio
escritor), y su proceso de autoconocimiento que lo conducen al verdadero
amor después de-en palabras del crítico Fulvio Stinchelli
1-una
verdadera maratón sexual con incontables mujeres, la gran mayoría
jóvenes; todo acompañado de un irreductible alcoholismo pródigo en
borracheras que ponen al protagonista en situación desmedrada frente a
sus amantes. La novela está escrita en primera persona en un estilo
claro y directo, describiéndose los actos sexuales en forma bastante
explícita.
El protagonista
El protagonista, Henry Chinaski,
es un tipo de unos 60 años, separado de su mujer, y con un hijo. Es un
sujeto solitario que rehúye a la gente y a los otros escritores. Después
de haber sido empleado de correos ha alcanzado cierta notoriedad
literaria como poeta. Se siente muy frustrado en relación a las mujeres,
pues en 5 años no ha logrado hacer amigas y menos establecer una
relación sentimental con alguna. Su nueva fama literaria le granjea la
oportunidad de volver a relacionarse en el plano sexual con ellas: la
mayoría jóvenes-solteras, separadas, drogadictas, prostitutas,
excéntricas, desequilibradas, siendo un muestrario variopinto de
personalidades, actividades, virtudes y defectos.
Chinaski no se explica la razón de su voraz libido y su extrema
necesidad de mujeres. No encuentra otra explicación a su comportamiento
que un oscuro deseo de escapar a la muerte y encontrar el amor
verdadero. Está consciente de que sólo las quiere por el rato, pero a la
vez desea encontrar el cariño estable de una de ellas. Se siente
dominado por su apetito sexual, un verdadero tirano interior que lo
lleva a involucrarse indiscriminadamente con las numerosas mujeres que
se le ofrecen; relaciones que suelen ponerlo en situaciones
tragicómicas, ya sea por la interferencia de sus amantes despechadas o
por la emergencia en ellas de rasgos de personalidad chocantes. Chinaski
no se cuestiona acerca de las posibles consecuencias de su vida
promiscua: el embarazo no deseado y las enfermedades de transmisión
sexual(la novela está ambientada en una época previa a la aparición del
SIDA). Rara vez reflexiona acerca de la moralidad de su actitud, postura
que cambiará al final de la novela.
Chinaski, a través de casi toda la novela, no lucha por dominar a su
tirano, si no que le da rienda suelta, ejerciéndolo sin trabas ni
remordimientos; sólo al final, al encontrar a Sara, y reconocer en ella
el verdadero amor, cambia de actitud y decide ponerle un freno. En
varias ocasiones hace un lamentable papel amatorio al mezclar la bebida
con el sexo.
Argumento
La
primera mujer con la que se relaciona en su nueva etapa de escritor es
Lidia Vance, de la cual cree enamorarse. Lidia tiene 20 años menos que
él y es una mujer exigente en lo sexual. Tiene una hija pequeña de unos 6
años. La relación es tormentosa, en parte por el fuerte apetito sexual
de Lidia, en parte por la afición de él por el alcohol. Lidia adopta una
actitud posesiva y rompen una y otra vez. Su tormentosa relación se
caracteriza por escandalosas escenas de celos(Lidia intenta atropellarlo
y le da de golpes a él y a sus rivales). Se separan finalmente. Luego,
Chinaski se relaciona con Dee Dee Bronson, una editora. Dee Dee siente
aprecio por él y se enamora. Pasean juntos, pero Chinaski la deja
pronto, nuevamente por Lidia. Dee Dee intenta suicidarse con un frasco
de somníferos y Chinaski debe afrontar su resentimiento. Sigue la
maratón sexual: Chinaski conoce a una sucesión de mujeres- jóvenes
algunas, más maduras otras-, pero Lidia se las espanta pronto,
protagonizando violentos altercados. Chinaski conoce a Katherine y se
enamora sinceramente de ella, pero pronto comprueba que ésta sólo ha
querido sexo con él, despidiéndose y dejándolo apesadumbrado. Después
conoce a Tammie, una pelirroja drogadicta, impredecible, que lo pone en
situaciones incómodas, al acosar a sus amigos enfrente de él. Rompen
debido a las infidelidades de ella. Cecilia, la viuda de un escritor
amigo recientemente fallecido, rechaza sus requerimientos, lo que hiere
su ego de macho despechado, aflorando-aunque Chinaski no suela ser
así-su ironía y su sarcasmo hacia ella. Al final, después de
relacionarse con múltiples mujeres, incluyendo prostitutas, conoce a
Sara, con la que se empareja, reconociendo en ella a la mujer que busca.
Con ella pone fin a su ciclo promiscuo.
2
Conclusión
El
protagonista concluye que su actitud promiscua es lesiva hacia las
mujeres que ha ido conociendo, al encender la pasión en ellas e
involucrarlas sentimentalmente-en cierto momento se encuentra ante la
imposibilidad de responder a un triple compromiso del Día de Acción de
Gracias con tres mujeres que se han enamorado de él después de haber
tenido sexo en forma paralela. Concluye que tiene que haber un mínimo de
lealtad en el amor, pues nada saca con tener sexo con un montón de
mujeres si en el fondo sigue estando solo.
“‘You been married?’
‘Yes.’
‘What happened?’
“‘Mental Cruelty,'” according to the divorce papers.’
‘Was it true?’ she asked.
‘Of course: both ways.'”
“I
found Pete and Selma. Selma looked great. How did one get a Selma? The
dogs of this world never ended up with a Selma. Dogs ended up with
dogs.”
“Education was the new god, and educated men the new plantation masters.”
“We
split up at least once a week – ‘Forever’ – but always managed to make
up, somehow. She had finished sculpting my head and had given it to me.
When we’d split I’d put the head in my car next to me on the front seat,
drive it over to her place and leave it outside her door on the porch.
Then I’d go to a phone booth, ring her up and say, ‘Your goddamned head
is outside the door!’ That head went back and forth….”
“‘You don’t understand. I’m going to be great. I have more potential than you have!’
‘Potential,’ I said, ‘doesn’t mean a thing. You’ve got to do it. Almost every baby in a crib has more potential than I have.'”
“When I was drunk and Lydia was insane we were nearly an equal match.”
“I
disliked weekends. Everybody was out on the streets. Everybody was
playing Ping-Pong or mowing their lawn or polishing their car or going
to the supermarket or the beach or to the park. Crowds everywhere.
Monday was my favorite day. Everybody was back on the job and out of
sight.”
“Dee Dee poured another glass of wine. It was good
wine. I liked her. It was good to have a place to go when things went
bad. I remembered the early days when things would go bad and there
wasn’t anywhere to go. Maybe that had been good for me. Then. But now I
wasn’t interested in what was good for me. I was interested in how I
felt and how to stop feeling bad when things went wrong. How to start
feeling good again.
‘I don’t want to fuck you over, Dee Dee,’ I said. ‘I’m not always good to women.’
‘I told you I love you.’
‘Don’t do it. Don’t love me.’
‘All right,’ she said, ‘I won’t love you, I’ll almost love you. Will that be all right?’
‘It’s much better than the other.’
We finished our wine and went to bed….”
“Still,
I kept thinking about Lydia. The good parts of our relationship felt
like a rat walking around and gnawing at the inside of my stomach.”
“Donny
brought the drink and he and Dee Dee talked. They seemed to know the
same people. I didn’t know any of them. It took a lot to excite me. I
didn’t care. I didn’t like New York. I didn’t like Hollywood. I didn’t
like rock music. I didn’t like anything. Maybe I was afraid. That was it
– I was afraid. I wanted to sit alone in a room with the shades down. I
feasted upon that. I was a crank. I was a lunatic. And Lydia was gone.”
“There
is nothing worse than being broke and having your woman leave you.
Nothing to drink, no job, just the walls, sitting there staring at the
walls and thinking. That’s how women got back at you, but it hurt and
weakened them too. Or so I like to believe.”
“Dee Dee knew
that what happened to one happened to most of us. Our lives were not so
different – even though we liked to think so.”
“I disliked
weekends. Everybody was out on the streets. Everybody was playing
Ping-Pong or mowing their lawn or polishing their car or going to the
supermarket or the beach or to the park. Crowds everywhere. Monday was
my favorite day. Everybody was back on the job and out of sight.”
“Dee
Dee poured another glass of wine. It was good wine. I liked her. It was
good to have a place to go when things went bad. I remembered the early
days when things would go bad and there wasn’t anywhere to go. Maybe
that had been good for me. Then. But now I wasn’t interested in what was
good for me. I was interested in how I felt and how to stop feeling bad
when things went wrong. How to start feeling good again.
‘I don’t want to fuck you over, Dee Dee,’ I said. ‘I’m not always good to women.’
‘I told you I love you.’
‘Don’t do it. Don’t love me.’
‘All right,’ she said, ‘I won’t love you, I’ll almost love you. Will that be all right?’
‘It’s much better than the other.’
We finished our wine and went to bed….”
“Still,
I kept thinking about Lydia. The good parts of our relationship felt
like a rat walking around and gnawing at the inside of my stomach.”
“Donny
brought the drink and he and Dee Dee talked. They seemed to know the
same people. I didn’t know any of them. It took a lot to excite me. I
didn’t care. I didn’t like New York. I didn’t like Hollywood. I didn’t
like rock music. I didn’t like anything. Maybe I was afraid. That was it
– I was afraid. I wanted to sit alone in a room with the shades down. I
feasted upon that. I was a crank. I was a lunatic. And Lydia was gone.”
“There
is nothing worse than being broke and having your woman leave you.
Nothing to drink, no job, just the walls, sitting there staring at the
walls and thinking. That’s how women got back at you, but it hurt and
weakened them too. Or so I like to believe.”
“Dee
Dee knew that what happened to one happened to most of us. Our lives
were not so different – even though we liked to think so.”
“Pain
is strange. A cat killing a bird, a car accident, a fire….Pain arrives,
BANG, and there it is, it sits on you. It’s real. And to anybody
watching, you look foolish. Like you’ve suddenly become an idiot.
There’s no cure for it unless you know somebody who understands how you
feel, and knows how to help.”
“The worst thing for a
writer is to know another writer, and worse than that, to know a number
of other writers. Like flies on the same turd.”
“Dee Dee ordered another round of drinks. ‘Why can’t you be decent to people?’ she asked.
‘Fear,’ I said.”
“She
kissed me and left. I turned off the t.v. and opened another beer.
Nothing to do on this island but get drunk. I walked to the window. On
the beach below Dee Dee was sitting next to a young man, talking
happily, smiling and gesturing with her hands. The young man grinned
back. It felt good not to be part of that sort of thing. I was glad I
wasn’t in love, that I wasn’t happy with the world. I liked being at
odds with everything. People in love often become edgy, dangerous. They
lose their sense of perspective. They lose their sense of humor. They
become nervous, psychotic bores. They even become killers.”
“‘Did you write today?’
‘A little.’
‘Was it good?’
‘You never know until 18 days later.'”
“I
was naturally a loner, content just to live with a woman, eat with her,
sleep with her, walk down the street with her. I didn’t want
conversation, or to go anywhere except the racetrack or the boxing
matches. I didn’t understand t.v. I felt foolish paying money to go into
a movie theatre and sit with other people to share their emotions.
Parties sickened me. I hated the game-playing, the dirty play, the
flirting, the amateur drunks, the bores.”
“‘How can you learn anything about people if you don’t meet them?’
‘I already know all about them.’
‘Even when we go out to eat in a restaurant, you keep your head down, you don’t look at anybody.’
‘Why make myself sick?’
‘I observe people,’ she said, ‘I study them.’
‘Shit!’
‘You’re afraid of people!’
‘I hate them.’
‘How can you be a writer? You don’t observe!’
‘O.K., I don’t look at people, but I earn the rent with my writing. It beats tending sheep.’
‘You’re not going to last. You’ll never make it. You’re doing it all wrong.’
‘That’s why I’m making it.’
‘Making it? Who the hell knows who you are? Are you famous like Mailer? Like Capote?’
‘They can’t write.’
‘But you can! Only you, Chinaski, can write!’
‘Yes, that’s how I feel.’
‘Are you famous? If you went to New York City, would anybody know you?’
‘Listen I don’t care about that. I just want to go on writing. I don’t need trumpets.’
‘You’d take all the trumpets you could get.’
‘Maybe.’
‘You like to pretend you’re already famous.’
‘I have always acted the same way, even before I wrote.’
You’re the most unknown famous man I ever met.'”
“‘Well,’ she said, ‘are you frightened?’
‘Not so much anymore. I like you.’
‘You look much better than your photos,’ she said. ‘I don’t think you’re ugly at all.’
‘Thanks.’
‘Oh,
I don’t mean you’re handsome, not the way people think of handsome.
Your face seems kind. But your eyes – they’re beautiful. They’re wild,
crazy, like some animal peering out of a forest on fire. God, something
like that. I’m not very good with words.'”
“Lydia’s tone
had suddenly calmed down. I felt better. Her violence frightened me.
She always claimed that I was the jealous one, and I was often jealous,
but when I saw things working against me I simply became disgusted and
withdrew. Lydia was different. She reacted. She was the Head Cheerleader
at the Game of Violence.”
“Two policemen stood at the door.
‘Hello,’ I said.
‘We’re answering a disturbance of the peace call.’
‘Just a little family argument,’ I said.
‘We’ve got some details,’ said the cop standing closest to me. ‘There are two women.’
‘There usually are,’ I said.
‘All right,’ said the first cop. ‘I just want to ask you one question.’
‘O.K.’
‘Which of the two women do you want?’
‘I’ll take that one.’ I pointed to Lydia sitting in the chair, all pissed over herself.
‘All right, sir, are you sure?’
‘I’m sure.’
The cops walked off and there I was with Lydia again.”
“Few
beautiful women were willing to indicate in public that they belonged
to someone. I had known enough women to realize this. I accepted them
for what they were, and love came hard and very seldom. When it did it
was usually for the wrong reasons. One simply became tired of holding
love back and let it go because it needed some place to go. Then
usually, there was trouble.”
“I was in love again, I was in trouble…”
“‘I don’t want to interfere with your writing.’
‘There’s no way I can stop writing, it’s a form of insanity.'”
“The beginning of a relationship was always the easiest. After that the unveiling began, never to stop.”
“There
was something to be learned about writing from watching boxing matches
or going to the racetrack. The message wasn’t clear but it helped me.
That was the important part: the message wasn’t clear. It was wordless,
like a house burning, or an earthquake or a flood, or a woman getting
out of a car, showing her legs. I didn’t know what other writers needed;
I didn’t care, I couldn’t read them anyway.”
“I’ve got to get back to the typewriter, I thought. Art takes discipline. Any asshole can chase a skirt.”
“There
is a problem with writers. If what a writer wrote was published and
sold many, many copies, the writer thought he was great. If what a
writer wrote was published and sold a medium number of copies, the
writer thought he was great. If what a writer wrote was published and
sold very few copies, the writer thought he was great. If what the
writer wrote never was published and he didn’t have the money to publish
it himself, then he thought he was truly great. The truth, however, was
that there was very little greatness. It was almost nonexistent,
invisible. But you could be sure that the worst writers had the most
confidence, the least self-doubt. Anyway, writers were to be avoided,
and I tried to avoid them, but it was almost impossible. They hope for
some sort of brotherhood, some kind of togetherness. None of it had
anything to do with writing, none of it helped at the typewriter.”
“Once
a woman turns against you, forget it. They can love you, then something
turns in them. They can watch you dying in a gutter, run over by a car,
and they’ll spit on you.”
“That night I gave another
bad reading. I didn’t care. They didn’t care. If John Cage could get one
thousand dollars for eating an apple, I’d accept $500 plus air fare for
being a lemon.”
“That’s the problem with drinking, I
thought, as I poured myself a drink. If something bad happens you drink
in an attempt to forget; if something good happens you drink in order to
celebrate; and if nothing happens you drink to make something happen.”
“‘None
of us quite know how to use sex, what to do with it,’ I said. ‘With
most people sex is just a toy – wind it up and let it run.’
‘What about love?’ asked Valerie.
‘Love
is all right for those who can handle the psychic overload. It’s like
trying to carry a full garbage can on your back over a rushing river of
piss.’
‘Oh, it’s not that bad!’
‘Love is a form of prejudice. I have too many other prejudices.'”
“‘Buy me a drink,’ I asked her.
She nodded to the barkeep. He came over.
‘Vodka-7 for the gentleman.’
‘Thanks…’
‘Babette.’
‘Thanks, Babette. My name’s Henry Chinaski, alcoholic writer.’
‘Never heard of you.’
‘Likewise.’
‘I run a shop near the beach. Trinkets and crap, mostly crap.’
‘We’re even. I write a lot of crap.'”
“‘You
don’t want to get too bombed,’ said Joe. ‘You really start slurring
your word.”They don’t give a damn. They just want me on the cross.’
‘$500 for an hour’s work?’ asked Dudley. ‘You call that a cross?’
‘Yeah.’
‘You’re some Christ!'”
“‘What do you think of women?’ she asked.
‘I’m
not a thinker. Every woman is different. Basically they seem to be a
combination of the best and the worst – both magic and terrible. I’m
glad that they exist, however.'”
“‘I write fiction.’
‘What’s fiction?’
‘Fiction is an improvement on life.'”
“I kept mixing drinks and soon we ran out. I phoned the liquor store. ‘I want…’
‘Wait, my friend,’ he said, ‘we don’t start making home deliveries until 6 pm.’
‘Really? I push $200 a month down your throat…’
‘Who is this?’
‘Chinaski.’
‘Oh, Chinaski…What is it you wanted?’
I told the man. Then, ‘You know how to get here?’
‘Oh, yes.'”
“It
was a Mexican place in a snide hippie district of Hermosa Beach. Bland,
indifferent types. Death on the shore. Just phase out, breathe in, wear
sandals and pretend it’s a fine world.”
“Women: I liked
the colors of their clothing; the way they walked; the cruelty in some
faces; now and then the almost pure beauty in another face, totally and
enchantingly female. They had it over us: they planned much better and
were better organized. While men were watching professional football or
drinking beer or bowling, they, the women, were thinking about us,
concentrating, studying, deciding – whether to accept us, discard us,
exchange us, kill us or whether simply to leave us. In the end it hardly
mattered; no matter what they did, we ended up lonely and insane.”
“When
I was young I was depressed all the time. But suicide no longer seemed a
possibility in my life. At my age there was very little left to kill.
It was good to be old, no matter what they said. It was reasonable that a
man had to be at least 50 years old before he could write with anything
like clarity. The more rivers you crossed, the more you knew about
rivers – that is, if you survived the white water and the hidden rocks.
It could be a rough cob, sometimes.”
“People owed each
other certain loyalties even if they weren’t married. In a way, the
trust should run deeper because it wasn’t sanctified by the law.”
“The only time a man needed a lot of women was when none of them were any good.”
l'inizio...
Avevo
cinquant'anni e non andavo a letto con una donna da quattro. Non avevo
amiche. Guardavo le donne per strada o dovunque le vedessi , ma le
guardavo senza desiderio e con un senso di inutilità. Mi masturbavo
regolarmente, ma l'idea di avere rapporti con una donna - anche non
sessuali - era una cosa che non riuscivo nemmeno a immaginare. Avevo una
figlia di sei anni nata illegittima. Viveva con la madre e io pagavo
per il suo mantenimento. Ero stato sposato parecchi anni prima, quando
ne avevo trentacinque. Quel matrimonio era durato due anni e mezzo. Mia
moglie aveva chiesto il divorzio. Ero stato innamorato una volta sola.
Lei era morta di alcoolismo acuto. Era morta a quarantotto anni quando
io ne avevo trentotto. Mia moglie aveva dodici ani meno di me. Credo che
anche lei sia morta, ma non sono sicuro. Mi ha scritto lunghe lettere a
Natale per sei anni dopo il divorzio.
Non le ho mai risposto…
Non
ricordo bene quando vidi Lydia Vance per la prima volta. Era circa 6
anni fa e avevo appena lasciato un lavoro alle poste durato dodici anni e
stavo cercando di fare lo scrittore. Ero terrorizzato e bevevo più che
mai. Stavo cercando di scrivere il mio primo romanzo. Bevevo una pinta
di whiskey e due confezioni da sei di birra tutte le sere mentre
scrivevo. Fumavo sigari a buon mercato e battevo a macchina e bevevo e
ascoltavo musica classica alla radio fino all'alba. Dovevo scrivere
dieci pagine tutte le sere ma non sapevo mai quante pagine avevo scritto
fino al giorno dopo. Mi alzavo la mattina, vomitavo, poi andavo in
soggiorno per vedere quante pagine c'erano sul divano. Erano sempre più
di dieci. Qualche volta erano 17,18,23,25. Naturalmente il lavoro di
ogni sera doveva essere ripulito o buttato via. Mi ci vollero ventun
notti per scrivere il mio primo romanzo.
I proprietari della casa in
cui vivevo, che stavano nel retro, pensavano che fossi pazzo. Tutte le
mattine quando mi svegliavo c'era un grosso sacchetto di carta marrone
sulla veranda. Il contenuto variava, ma di solito nel sacchetto c'erano
pomodori, ravanelli, arance, porri, scatole di minestra, cipolle rosse.
Una sera sì e una no bevevo birra con loro fino alle 4 o alle 5 di
mattina. Il vecchio partiva subito e io e la vecchia ci tenevamo per
mano e ogni tanto le davo un bacio. Le davo sempre un bel bacione sulla
porta. Era piena di rughe ma non era colpa sua. Era cattolica e la
domenica mattina, quando si metteva il cappello rosa per andare in
chiesa , era carina.
Credo di aver conosciuto Lydia Vance al
mio primo reading di poesie. Era in una libreria di Kenmore Ave., The
Drawbridge. Ero terrorizzato come al solito. Mi sentivo superiore, ma
ero terrorizzato. Quando arrivai c'era posto solo in piedi. Peter, che
mandava avanti il negozio e viveva con una ragazza nera, aveva un bel
mucchietto di soldi sul banco. "Merda", mi disse,"se riuscissi sempre a
fare un pieno così avrei abbastanza soldi per un altro viaggio in
India". Entrai e cominciarono ad applaudire. Per quanto riguardava i
reading di poesie, stavo per sfondare.
Lessi per 30 minuti poi feci
un intervallo. Ero ancora sobrio e sentivo gli occhi fissi su di me
nell'oscurità. Qualcuno si avvicinò e mi disse qualcosa. Poi dopo un
attimo di calma arrivò Lydia Vnce. Ero seduto a un tavolo e bevevo
birra. Lei appoggiò le mani a un bordo del tavolo, si chinò e mi guardò.
Aveva i capelli scuri e lunghi,abbastanza lunghi, il naso prominente e
un occhio che andava un po' per conto suo. Ma irradiava vitalità…la sua
presenza si sentiva. Sentivo le vibrazioni che passavano tra di noi.
Alcune erano vibrazioni confuse e non buone ma c'erano. Mi guardò e lei
mi restituì lo sguardo. Lydia Vance indossava una giacchetta di pelle da
cowgirl con una frangia intorno al collo. Aveva un bel seno. Le dissi:"
Mi piacerebbe strapparti via quella frangia…potremmo cominciare da
lì!". Lydia se ne andò. Non aveva funzionato. Non sapevo ami cosa dire
alle signore. Ma aveva un bel didietro. Guardai quel bel didietro mentre
lei si allontanava. I bluejeans lo fasciavano e io continuai a
guardarlo mentre lei si allontanava.
Finii la seconda metà del
reading e dimenticai Lydia proprio come dimenticavo le donne che
incontravo per strada. Presi i miei soldi, firmai qualche tovagliolo,
qualche pezzo di carta, poi me ne andai e tornai a casa in macchina.
Lavoravo
ancora tutte le sere al mio primo romanzo. Non cominciavo a scrivere
mai prima delle 6.18 di sera. Era l'ora in cui di solito timbravo il
cartellino al Terminal Annex Post Office. Erano le 6 di sera quando
arrivarono: Peter e Lydia Vance. Aprii la porta. Peter disse: "Ehi,
Henry, guarda cosa ti ho portato!".
Lydia saltò sul tavolino. Aveva
un paio di bluejeans più attillati che mai. Buttava i lunghi capelli
scuri da una parte e dall'altra. Era pazza; era un miracolo. Per la
prima volta presi veramente in considerazione la possibilità di far
l'amore con lei. Cominciò a recitare poesie. Sue. Erano pessime. Peter
cercò di farla smettere: "No! No! Niente poesie con la rima a casa di
Henry Chinaski!".
"Lascia fare, Peter!".
Volevo guardarle il culo.
Camminava avanti e indietro su quel vecchi tavolino. Poi si mise a
ballare. Agitava le braccia. Le poesie erano terribili, il corpo e la
follia no.
Lydia saltò giù.
"Che cosa ne dici, Henry?".
"Di che?".
"Delle mie poesie".
"Non sono un granchè".
Lydia restò in piedi con i fogli delle poesie in mano. Peter la afferrò.
"Scopiamo!", le disse "Dai, scopiamo!".
Lei lo spinse via
"Va bene ", disse Peter. "Allora me ne vado!".
"Vattene pure. Ho la macchina", disse Lydia. "Posso tornare a casa da sola".
Peter corse alla porta. Si fermo e si voltò. "Va bene, Chinaski! Non dimenticare che cosa ti ho portato!".
Sbattè
la porta e sparì. Lydia si sedette sul divano, vicino alla porta. Io
ero seduto a una trentina ci centimetri da lei. La guardai. Era
meravigliosa. Avevo paura, tesi la mano e toccai quei lunghi capelli.
Erano capelli magici. Ritirai la mano. "Sono veramente tutti tuoi quei
capelli?", le chiesi. Sapevo che lo erano. "Si", disse lei, "sono miei".
Le misi una mano sotto il mento e tentai molto goffamente di farle
voltare la testa verso di me. Non ero mai a mio agio in situazioni del
genere. Le diedi un bacio leggero.
Lydia saltò su. "Devo andare. La baby sitter costa".
"Senti", dissi, "non andare. La pago io la baby sitter. Resta ancora un po'".
"No, non posso", disse lei. "Devo andare".
Andò
alla porta. La seguii. Aprì la porta. Poi si voltò. Ci provai un'ultima
volta. Lei alzò la faccia e mi diede un bacio leggerissimo. Poi si
scostò e mi mise in mano un po' di fogli scritti a macchina. La porta si
chiuse. Mi sedetti sul divano coi fogli in mano e ascoltai il rumore
della macchina che si metteva in moto.
Le poesie erano cucite
insieme, ciclostilate e intitolate LEIIII. Ne lessi qualcuna. Erano
interessanti, piene di umorismo e sessualità, ma scritte male. Erano di
Lydia e delle sue tre sorelle… tutte così allegre e coraggiose e sexy.
Sbadigliai. Buttai via i fogli e aprii la mia pinta di whiskey. Fuori
era buio. La radio trasmetteva per lo più Mozart e Brahms e il Bee.
***
frammenti...
[…] Presi la bottiglia ed andai in camera mia.
Mi spogliai tenni le mutande ed andai a letto: era un gran casino.
La
gente si aggrappa ciecamente a tutto quello che trova : comunismo,
macrobiotica, z, surf, ballo, ipnotismo, terapie di gruppo, orge,
ciclismo, erbe aromatiche, cattolicesimo, sollevamento pesi, viaggi,
solitudine, dieta vegetariana, India, pittura scrittura, scrittura,
scultura, composizione, campeggio, yoga, scopare, gioco d'azzardo,
alcool, ozio, gelato di yogurt, Beethoven, Bach, Buddha, Cristo, succo
di carota, suicidio, vestiti, aerei, NYC, e poi tutte queste cose
sfumano e non resta niente.
la gente deve trovare qualcosa da fare
mentre aspetta di morire. Era bello avere una scelta: io l'avevo fatta
da un pezzo la mia scelta.
Alzai la bottiglia di vodka e la bevvi liscia.
I russi sapevano il fatti loro.
[…] l'umanità mi sta sul cazzo da sempre - ecco il mio motto.
***
la fine...
Quando arrivai a casa telefonai di nuovo a Sara.
"come va ?". le chiesi.
"E' un po' fiacca, oggi".
"Allora vieni stasera?".
"Ti ho già detto di sì,no?".
"Ho dell'ottimo vino bianco. Come ai vecchi tempi".
"Hai intenzione di rivedere Tanya?".
"No".
"Non cominciare a bere fino a quando arrivo io ".
"Va ben".
"Devo andare…E' entrato un cliente".
"Bene. Ci vediamo stasera".
Sara
era una brava ragazza. Dovevo cercare di darmi una regolata anch'io. Se
un uomo aveva bisogno di un mucchio di donne voleva dire che non ne
aveva nessuna degna di questo nome. Si poteva perdere l'identità ,
scopando con tutte come facevo io. Sara si meritava un trattamento molto
migliore di quello che le riservavo. Adesso toccava a me. Mi sdraiai
sul letto e mi addormentai quasi subito.
Fui svegliato dallo squillo del telefono ."Sì?",dissi.
"Sei Henry Chinaski?".
"Si "
Quando arrivai a casa telefonai di nuovo a Sara.
"come va ?". le chiesi.
"E' un po' fiacca, oggi".
"Allora vieni stasera?".
"Ti ho già detto di sì,no?".
"Ho dell'ottimo vino bianco. Come ai vecchi tempi".
"Hai intenzione di rivedere Tanya?".
"No".
"Non cominciare a bere fino a quando arrivo io ".
"Va ben".
"Devo andare…E' entrato un cliente".
"Bene. Ci vediamo stasera".
Sara
era una brava ragazza. Dovevo cercare di darmi una regolata anch'io. Se
un uomo aveva bisogno di un mucchio di donne voleva dire che non ne
aveva nessuna degna di questo nome. Si poteva perdere l'identità ,
scopando con tutte come facevo io. Sara si meritava un trattamento molto
migliore di quello che le riservavo. Adesso toccava a me. Mi sdraiai
sul letto e mi addormentai quasi subito.
Fui svegliato dallo squillo del telefono ."Sì?",dissi.
"Sei Henry Chinaski?".
" Si ".
" Ho sempre adorato i tuoi libri . Credo che non ci sia miglior scrittore al mondo ".
Aveva la voce giovane e sexy.
" Ho scritto qualcosa di buono, si".
"Lo so. Lo so. E hai avuto davvero tutte quelle storie con tutte quelle donne?".
"Si".
"Senti,
anch'io sono una scrittrice. Sto a L.A. e mi piacerebbe conoscerti.
Potrei venirti trovare e farti leggere le mie poesie".
"Non sono mica un editore o un redattore".
"Lo so. Senti, ho 19 anni. Voglio solo venirti a trovare, va bene?".
"Stasera non posso".
"Oh, qualunque sera andrà bene".
"No, niente da fare".
"Sei davvero Henry Chinaski, lo scrittore?".
"Certo".
"Io sono molto carina".
"Ne sono sicuro".
"Mi chiamo Rochelle".
"Addio, Rochelle".
Riappesi. Ce l'avevo fatta… per una volta.
Andai
in cucina, aprii una boccetta di vitamina E, 400 unità ciascuna, e ne
buttai giù parecchie con un bicchiere di Terrier. Sarebbe stata una
buona per Chinaski. Il sole filtrava obliquo dalle veneziane, disegnando
le solite forme sul tappeto, e il vino bianco era al fresco in
frigorifero.
Aprii la porta e uscii sulla veranda. C'era uno strano
gatto, là fuori. Era enorme, un maschio, col pelo nero, lucido, e gli
occhi gialli luminosi. Non aveva paura di me. Si avvicinò, cominciò a
strusciarsi contro una delle mie gambe e a fare le fusa. Io ero un
brav'uomo e lui lo sapeva. Gli animali sapevano sempre cose del genere.
Avevano una specie di istinto. Tornai dentro e lui mi seguì.
Gli aprii una scatoletta di tonno Star-Kist. Della miglior qualità. Peso netto 200 grammi.
C'est
ça le problème avec la gnôle, songeai-je en me servant un verre. S'il
se passe un truc moche, on boit pour essayer d'oublier; s'il se passe un
truc chouette, on boit pour le fêter, et s'il ne se passe rien, on boit
pour qu'il se passe quelque chose.
Les
gens s'accrochaient aveuglément à la première bouée de sauvetage venue :
le communisme, la diététique, le zen, le surf, la danse classique,
l'hypnotisme, la dynamique de groupe, les orgies, le vélo, l'herbe, le
catholicisme, les haltères, les voyages, le retrait intérieur, la
cuisine végétarienne, l'Inde, la peinture, l'écriture, la sculpture, la
musique, la profession de chef d'orchestre, les balades sac à dos, le
yoga, la copulation, le jeu, l'alcool, zoner, les yaourts surgelés,
Beethoven, Bach, Bouddha, le Christ, le H, le jus de carotte, le
suicide, les costumes sur mesure, les voyages en avion, New York City,
et soudain, tout se cassait la gueule, tout partait en fumée. Il fallait
bien que les gens trouvent quelque chose à faire en attendant de
mourir. Pour ma part, je trouvais plutôt sympa qu'on ait le choix.
En beaucoup de domaines, j'étais un sentimental :
des
chaussures de femmes sous le lit ; une épingle à cheveux abandonnée sur
la commode ; leur façon de dire : "Je vais faire pipi..." les rubans
qu'elles mettent dans leurs cheveux ; descendre le boulevard avec elles,
à une heure et demi de l'après-midi, deux personnes marchant ensemble,
simplement ; les longues nuits de beuverie, de tabagie, de discussions ;
les scènes ; penser au suicide ; partager un repas en se sentant bien ;
les plaisanteries ; les rires absurdes ; sentir les miracles dans l'air
; ensemble dans une voiture en stationnement ; comparer les amours
d'antan à trois heures du matin ; s'entendre dire qu'on ronfle, écouter
ronfler ; les mères ; les filles ; les fils ; les chats ; les chiens ;
parfois la mort, le divorce, mais toujours continuer, s'accrocher ; lire
seul le journal dans une buvette et sentir une nausée te retourner
l'estomac, parce que maintenant elle est mariée avec un dentiste ayant
un Q.I de 95 ; les courses de chevaux, les parcs, les pique-niques dans
les parcs ; même la prison ; ses amis sinistres, tes amis sinistres ;
ton goût pour la gnôle, son goût pour la danse ; ta drague, sa drague ;
ses pilules, tes baises en douce, et elle qui fait pareil ; dormir
ensemble..."
(...)
l'amour arrivait comme un coup de poing et très rarement. Le plus
souvent pour les mauvaises raisons. Simplement, les gens se fatiguent de
refouler leur amour et un beau jour ça sort parce que ça a besoin
d'aller quelque part. Ensuite, d'habitude, commencent les ennuis.
[...]
Les écrivains posent un problème. Si ce qu'un écrivain écrit est publié
et se vend comme des petits pains, l'écrivain se dit qu'il est génial.
Si ce qu'un écrivain écrit est publié et se vend moyennement, l'écrivain
se dit qu'il est génial. Si ce qu'un écrivain écrit est publié et se
vend très mal, l'écrivain se dit qu'il est génial. En fait la vérité est
qu'il y a très peu de génie.
No! no! Niente poesie con la rima a casa di Henri Chinasky!
Le poesie erano terribili, il corpo e la follia no.
Be' penso che sia una follia che uno che scrive bene come te non capisca niente di donne.
All'improvviso disse: <Tira via quella mano. La passera è mia!>.
Perché ha voluto diventare scrittore?
Un altra domanda per favore.
Tu non capisci. Diventerò famosa. Ho più potenziale di te!>
<Il potenziale> dissi <non è niente. Devi darti da fare. Anche i neonati hanno più potenziale di me.>
Eppure continuavo a pensare a Lydia. I momenti più belli della nostra storia erano un topo che mi rodeva lo stomaco.
<È ricco, anche> disse Lydia.
<E scrive delle belle poesie> dissi io.
Qualche volta capitava di trovare un brav'uomo anche all'inferno.
Anche a me piaceva scopare ma non ne facevo una religione. C'erano troppi lati ridicoli e tragici, nelle scopate.
Era stata una bella scopata e anche la cena fu eccellente.
<Non c'è niente che possa impedirmi di scrivere. È una forma di pazzia>.
Agli
incontri di boxe e negli ippodromi c'è da imparare, per uno scrittore.
Il messaggio non era chiaro ma a me serviva. Ecco la cosa importante: il
messaggio non era chiaro.
<Non ho più scritto niente. Credo di essere finito>.
<Da quanto tempo non scrivi?>.
<Sei o sette giorni.
Se
succede qualcosa di brutto si beve per dimenticare; se succede qualcosa
di bello si beve per festeggiare; e se non succede niente si beve per
far succedere qualcosa.
Di solito la gente era molto meglio per lettera che nella realtà. Un po' come i poeti, in questo senso.
< Che cosa pensi delle donne?>, mi chiese.
<Non
sono abituato a pensare. Le donne sono tutte diverse. Fondamentalmente
sono una combinazione di quanto c'è di meglio al mondo... magiche e
terribili. Sono contento che esistano, comunque>
Ecco come
andavano le cose. Più si conosceva una persona più stranezze saltavano
fuori. Qualche volta si tratta va di stranezze divertenti... da
principio.
Continuavamo a scopare ma non era più eccitante. Mi sembrava di essere sposato.
Dopotutto era proprio come diceva Lydia: <se vuoi bere, bevi; se vuoi scopare, lascia perdere la bottiglia>.
Il problema era che io volevo tutt'e due le cose.
<Il guaio è che non ho fantasia>.
<E fai lo scrittore?>.
<Scrivo. Ma per lo più faccio fotografie>.
<Ho l'impressione che ti scopi le donne solo per scrivere che te le sei scopate>.
<Può darsi>.
<Sono
semplicemente un alcolizzato che ha deciso di fare lo scrittore per
poter restare a letto tutti i giorni fino a mezzogiorno>.
<Umanità, mi stai sul cazzo da sempre>.
Dovevo assaggiarle, le donne, per conoscerle davvero.
Ma il suicidio ormai non mi sembrava più possibile. Alla mia età restava ben poco da ammazzare.
L'amore
era roba da chitarristi, cattolici e appassionati di scacchi. Quelle
puttana con le scarpe rosse e le calze lunghe... si meritava quello che
le avrei dato.
Cominciai a bere. Le stelle mi erano
contrarie semplicemente.
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